La realidad del mercado inmobiliario es tozuda y da la razón a los que opinan que para que las grúas se vuelvan a mover habrá que esperar años, y que estos se convertirán en lustros hasta alcanzar los niveles de antes de la crisis. Así lo confirman una vez más los primeros datos conocidos de este ejercicio, que certifican que los visados para construir viviendas nuevas se hundieron cerca de otro 30% entre enero y febrero en tasa anual. De la magnitud del problema da idea el hecho de que se ha pasado de las 600.000 casas al año que se iniciaban como promedio en la época de las vacas gordas, a los 30.000 visados escasos del pasado ejercicio. O, dicho de otra manera, hoy se hacen menos del 4% de los pisos que se hicieron en 2006, el año más álgido de la serie histórica. Y las primeras cifras de este año siguen en la misma línea: en los primeros dos meses se contabilizaron solo 5.309 permisos.

Es natural que la incertidumbre generada por el mercado inmobiliario, que en realidad es la mera certeza de que le quedan años para despegar, convierta en excepcionales las obras de nuevas casas, y mucho más si se tiene en cuenta el enorme stock –unas 550.000 viviendas nuevas en la actualidad– que está a la espera de comprador.
Esa sobreoferta, incrementada por la difícil coyuntura y por el cierre de la financiación, tiene difícil salida. Pero las entidades financieras, convertidas a la fuerza por los impagos en las grandes inmobiliarias de España, están abriendo una espita al haber comprendido definitivamente que la solución para desatascar el mercado es la bajada de precios –ya se acerca al 40%– de unos activos inmobiliarios que, a pesar de las distintas soluciones adoptadas, pesan como el plomo en sus balances. Las mayores entidades, de hecho, han duplicado durante el primer trimestre el ritmo de venta de pisos frente a igual periodo del año pasado. Por lo demás, las gangas en que la situación del sector ha convertido a muchos activos han desatado el interés de los inversores internacionales, que han visto cómo el infierno inmobiliario español se puede convertir en el paraíso en forma de plusvalías en no demasiado tiempo.
Pero si la edificación residencial nueva sigue en mínimos, los visados para reformas o restauraciones sí aumentan (más del 5,06% en enero y febrero). Es una actividad con un componente anticíclico por su permanencia, que no adolece de los problemas de la obra nueva y, sobre todo, muy intensiva en mano de obra. Esa es la razón por la que el Gobierno no debe perder ni un minuto en lanzar ese plan, que desde hace meses negocia con las constructoras, las eléctricas y la banca, para renovar cientos de miles de viviendas al año. Serán necesarias ayudas fiscales y tal vez una fórmula como el PIVE del automóvil, de carácter temporal. Bien gestionado, ese plan puede recuperar decenas de miles de empleos y ser un primer paso en el renacimiento del sector.

 

Fuente: http://cincodias.com/